lunes, 21 de agosto de 2017

3 Aterradoras Leyendas Urbanas


La Leyenda de “La Fábrica del Demonio”




Dos guardias realizaban su ronda nocturna, ambos llevan unas linternas, aunque la escasa luz que proyectaban con ellas  se perdía en el inmenso y solitario edificio. Buscaban el origen de un ruido que de pronto los había sorprendido, mientras caminaban el veterano, cuenta al nuevo guardia la historia de aquel terrorífico lugar.
Le informa que han sido ya seis compañeros que se han dado de baja por depresión, algunos de los guardias anteriores afirmaban que se oían ruidos todas las noches, parecían los lamentos de un hombre, también en otras ocasiones había un triste silbido, pero nada era tan horrendo como sentir la respiración de una persona en el oído, hasta el grado de percibir la tibieza de su aliento.
El nuevo vigilante empezaba a ponerse inquieto al saber de tales sucesos extraños, por lo cual la historia siguió en medio de nerviosismo:
 – ¿Esta fábrica estuvo mucho tiempo sin sufrir algún atraco? A pesar de no contar con vigilancia en este barrio tan peligroso. Circula una leyenda desde hace tiempo, dicen que el dueño de la fábrica hizo un pacto con el diablo, para cuidar de la construcción. Lucifer aceptó el trato y envió un perro horrible, con las fauces de un monstruo y la envergadura de un caballo que arrastraba sus mugrientas garras por cada rincón de este horrible lugar. A cambio, el Demonio exigió el alma de un vigilante al año. Cada doce meses el propietario de la fábrica contrataba a un guarda nocturno y a los pocos días… ¡Lo encontraban muerto!... Lo bueno es que ya no tiene el mismo dueño, según me dijeron- agregó el guardia, -Por eso hace dos años que no encuentran el cadáver de ninguno de nosotros, los ruidos extraños no han parado-.
En ese momento un ruido los hizo dirigir la luz de las linternas hasta un punto especifico, el guardia mas familiarizado con el lugar se acercó para buscar mejor, sin poder encontrar nada, cuando llamó a su compañero este no respondía, al regresar al último lugar donde estuvieron juntos, se distinguía un bulto en el suelo.

El guardia se acercó y vio a su compañero tirado. Lo tomó de la muñeca para comprobar el pulso. Pero ya ¡Estaba muerto!, su cuerpo estaba cubierto de rasguños y rasgaduras, como si una enorme bestia lo hubiera atacado.

La Muñeca Enterrada




José y Pablo eran casi hermanos se conocían desde pequeños y eran inseparables. Estaban en la misma clase y, casi siempre que organizaban trabajos en grupo se juntaban. la maestra de Ciencias Naturales mandó una tarea bastante rara aunque ciertamente entretenida: los alumnos debían traer muestras de distintos tipos de tierra según el nivel de profundidad, guardando en bolsitas un puñado de tierra cada cinco centímetros que horadaran en ella, Era la excusa perfecta para que ambos obtuvieran permiso para ir al bosque.
Decidieron que no deberían adentrarse demasiado ya que correrían el peligro de perderse. Marcaron todos los árboles para no equivocar el camino de vuelta. Llegado a un punto un extraño claro les llamó la atención. El sitio era perfecto para excavar, tras quince o veinte minutos de risas y bromas, acabaron su almuerzo y Pablo sacó una moneda diciendo: – El que pierda empieza -. José perdió el lanzamiento y un poco desganado buscó por todas partes para elegir donde comenzar a cavar. Un montón de hongos rojos con puntos blancos llamó su atención.
Comenzaron entonces con la tarea, recogiendo muestras de tierra en las bolsas, – ¡Tengo frío, aquí hace más frío que en todo el bosque! – le gritó a Pablo. – ¡Jajaja!, ay sí, ay sí, estás encima de un lugar maldito o hay un fantasma justo donde estás cavando – le dijo Pablo ridiculizando a su amigo. José por hacerse el valiente siguió cavando, – ¡Mira! – gritó José cuando llevaba unos minutos cavando. Pablo fue corriendo a ver lo que José le mostraba con tanta exaltación, una muñeca pelirroja de unos treinta centímetros. Al mirarla sintió que un escalofrío le recorría la médula y que el asco se anudaba en su cuello – ¡Aaaaaggh suelta eso! –exclamó Pablo con una mezcla de terror y asco mientras se apartaba de aquella repulsiva muñeca tuerta que José sostenía en su mano.
José que parecía confundido miró de nuevo a la muñeca y la soltó horrorizado al ver lo mismo que Pablo: gusanos, enormes gusanos blancos. Se contorsionaban dentro de la cabeza de goma de la muñeca, se agitaban como poseídos y comenzaron a sacar sus pequeñas cabezas por la cavidad en que alguna vez estuvo el ojo faltante de esa muñeca pelirroja cubierta por una ropa que misteriosamente conservaba su blancura casi intacta. El único ojo que le quedaba a la muñeca era inquietante: grande pero con la parte blanca pintada de negro y con un iris pequeño e intensamente rojo en el cual había una diminuta y demoníaca pupila.
Ambos chicos, realmente asustados, salieron corriendo del lugar, sintiendo como la mirada del único ojo de esa muñeca se les clavaba en la espalda. Únicamente pararon un par de veces, porque José se detuvo a vomitar. Al llegar a casa a José parecía que no le abandonaban las nauseas, seguía vomitando y se puso pálido. Los dos amigos pensaron que se recuperaría en una par de horas, pero no fue así, con el paso de los días cada vez estaba más delgado, pálido y débil. Tenía el aspecto de uno de esos enfermos terminales que llevan años luchando contra la muerte en una habitación de hospital y los médicos no acertaban a diagnosticar una causa para su enfermedad. Una semana después de desenterrar la muñeca José murió.
Desconsolado por la muerte de su amigo, Pablo empezó a devoraba libros al por mayor. Los libros eran sus nuevos amigos, y su refugio. Buscaba explicaciones médicas para lo que le pasó a su amigo, pero los síntomas que sufrió José eran tantos que parecía que había contraído varias enfermedades mortales simultáneamente.
Un día, en una extraña librería, Pablo encontró dentro de la sección de  Esoterismo un libro sobre ritos y leyendas. Era un libro viejo y usado, un libro de esos que ya casi no se encuentran y que tienen extraños dibujos entre sus páginas cubiertas de polvo. Allí decía lo siguiente junto al dibujo de una muñeca: “El que tenga un mal incurable, que entierre una muñeca igual a ésta mientras entona esta invocación. Su enfermedad quedará atrapada en la muñeca. Pero el primero que la encontrase recibirá la enfermedad y morirá salvo que realice este mismo ritual”.
Todo estaba claro: los gusanos, los hongos, el frío, todos eran indicios de que la muñeca que encontraron en el bosque era una muñeca maldita. Una muñeca en la que por medio de algún pacto o brujería alguien había desatado una maldición que condenaría a enfermar a aquel que la encontrara mientras él curaba su cuerpo y sentenciaba su alma.



El Hombre de Negro



Siempre existen grupos de amigos que se reúnen en lugares típicos, para pasar un buen rato y beber sin que nadie los moleste, la única característica imperdible, es que debe ser un lugar alejado en medio de la oscuridad.
Después de un par de tragos, risas  y recuerdos vergonzosos, no falta quien eche a perder el rumbo de la velada como lo hizo Marta, que de un momento a otro comenzó a llorar de una forma algo extraña, gritando que alguien los observaba desde la oscuridad, según lo describió un hombre pálido, tanto como un muerto, vestido completamente de negro.
Negándose los demás a interrumpir la fiesta, tomaron aquello a tono de burla y las risas les duraron un buen tiempo, observando que a la mujer no se le pasaba el espanto, decidieron llevarla hasta el sitio para que se convenciera de aquí ahí no había nadie.
Llegaron todos al lugar, miraron alrededor, sin encontrar a nadie, fue entonces que Marta se tranquilizó, volviendo todos a su sitio, se sorprendieron un poco con los gritos de otra de las muchachas la cual les decía que el hombre de negro estaba ahí que era cierto, los chicos se molestaron un poco, y las reprendieron por la broma de mal gusto, alegando que una vez fue divertido, pero dos, ya era molesto.
Cambiaron de puestos, para evitar la misma situación, enviaron a las jóvenes hacia el medio y los hombres se colocaron en las orillas, fue entonces que Juan, se quedó viendo fijamente hacía el punto en cuestión, detenidamente, para de pronto lanzar un grito de horror profundo, que les hizo a todos levantar de un salto con las instrucciones precisas y claras –¡Corran!-, iban de prisa hacia el auto mientras tras de ellos, el hombre vestido de negro se desplazaba con gran velocidad, saliendo de las penumbras, dejando ver lo que las chicas habían descrito.
Una figura delgada, vestida completamente de negro, su piel pálida, como la de un muerto, que les dio alcance como si sus pasos fueran gigantescos, a pesar de que su cuerpo no se movía al darlos, paso en medio de la fogata sin quemarse, y sin esparcirla, y en el momento en que estaban montados en el auto, simplemente lo atravesó, tornándose en una visión transparente, que solo desapareció ante sus ojos, Sin saber, que o quien era, se reporta esta aparición en muchos lugares, no se sabe que haya causado un daño más allá del susto fuerte o un estado de pánico. Dando origen a la “Leyenda del Hombre de Negro”, que observa desde las sombras, siendo visto por las personas una a la vez, no todos en grupo, saliendo de las penumbras para correrlos del lugar.

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