miércoles, 18 de enero de 2017

“La asesina del hacha” Lizzie Borden





Lizzie Borden
(1860-1927)

Lizzie Andrew Borden nació el 19 de julio de 1860, en la localidad de Fall River, Massachusetts, bajo el cobijo de una familia acaudalada, su padre, Andrew Jackson Borden, era un hombre de negocios de la zona con varias propiedades en el pueblo, su madre, Sarah Anthony Morse, falleció en 1863, y dos años después Andrew Borden volvió a contraer matrimonio con Abby Durfee Gray. Lizzie tenía además una hermana mayor, Emma Lenore Borden (1 de marzo de 1851 ) que, como ella, nunca se llegó a casar.
La vida de los Borden era cómoda y holgada, gracias a los ingresos de Andrew Borden, aunque no fue una familia feliz, ni Lizzie ni Emma soportaban a su madrastra, Abby, a la que consideraban una mujer grosera e interesada. Su relación se deterioró mucho en los últimos días de su convivencia, a pesar de que Abby fue su madrastra durante 28 años. Andrew y Abby no tuvieron hijos juntos, pese a que su madre murió cuando ella era un bebé, pronto su padre encontró una nueva esposa, por lo que crecería viendo a esta, Abby Borden, como su referente materno desde los cuatro años de edad. En la sociedad del siglo XIX, el hecho de que Abby procediera de una familia humilde hizo que nunca se sintiera totalmente acogida por Lizzie y su hermana.
Para Andrew Borden, el cabeza de familia, su esposa era lo más importante. Tenía una cabeza fría y calculadora para los negocios, y estos no le permitían pasar mucho tiempo en casa, pero estaba completamente enamorado de Abby, hecho que no hacía más que tensar la relación con las hijas.

Andrew conocía el odio que sus hijas tenían a su madrastra, quiso poner algunas propiedades a su nombre de su esposa, allá por 1892, se esforzó en llevarlo en estricto secreto, pero Lizzie consiguió enterarse  y salió corriendo a comprar veneno a un establecimiento cercano.
Dejando a un lado las suspicacias acerca de lo fácil que era adquirir veneno en la época, por suerte (no para Lizzie) no siempre resultaba demasiado eficaz.  Ya habían envenenado antes a la familia, pero lo único que notaron es que se encontraron indigestos todos al mismo tiempo.
Lizzie administró veneno a la comida del matrimonio, lo único que al ingerir el veneno fueron problemas estomacales durante varios días.
En la mañana del 4 de agosto de 1892, Andrew Borden y su mujer fueron asesinados con un hacha en su propia casa, las únicas personas presentes en la residencia familiar en aquel momento eran Lizzie y la sirvienta, Bridgette Sullivan, que llevaba trabajando para la familia más de dos años. Emma Borden se encontraba entonces de visita en casa de unos amigos. El tío materno de las hermanas Borden, John Vinnicum Morse, estaba de visita en casa de los Borden aquellos días, pero no se encontraba en la casa cuando tuvieron lugar los asesinatos.
Aquella mañana, Andrew Borden había ido al centro del pueblo a hacer algunas acciones al banco y a la oficina de correos. Regresó a su casa en torno a las 10:45 de la mañana, aproximadamente media hora después, su hija Lizzie descubrió su cadáver, según el testimonio de Bridget Sullivan, que se encontraba en su cuarto, en el piso superior descansando, sobre las 11 de la mañana Lizzie gritó su nombre, y le dijo que alguien había matado a su padre. El cuerpo de Andrew Borden se encontraba recostado en el sofá del salón, con el cráneo gravemente mutilado y con la cabeza ladeada, como si lo hubiesen asesinado mientras descansaba.
Pocos minutos después, varios amigos y vecinos, enterados de lo sucedido, fueron a la casa de los Borden para tranquilizar a Lizzie. Fue entonces cuando la criada y una vecina, Alice Churchill, descubrieron en la habitación de invitados, en el primer piso, el cuerpo inerte de Abby Borden, cuyo cráneo también había sido golpeado numerosas veces con un objeto afilado.

Lizzie, muy afectada, contaba cómo  había entrado alguien a asesinar a su padre mientras ella se encontraba en el patio, desde donde además había oído entrar a su madrastra.
En realidad nunca salió de casa. Al subir las escaleras, se encontraron a Abby en un charco de sangre. Había sido atacada por la espalda, y le habían apuñalado hasta 19 veces con el hacha. El arma homicida fue encontrada en el sótano de la casa.
Ya desde el primer momento, la noticia saltó a la prensa nacional y el caso se convirtió en todo un fenómeno mediático seguido por todo el país en lo que podríamos llamar los inicios del sensacionalismo.
Durante muchos años después de la muerte de la primera esposa de Andrew Borden, en la casa de la familia, situada en el número 92 de Second Street en Fall River, la vida se había tornado incómoda y desagradable entre el señor y la señora Borden y las hijas de aquél. El primer piso estaba dividido en dos, cada parte con unas escaleras de acceso distintas; la parte delantera para las hermanas Borden, y la trasera para Andrew Borden y su esposa. En muchas ocasiones la familia no comía junta. Precisamente el día que tuvo lugar el doble asesinato, el tío materno de las hermanas Borden se encontraba en la casa para establecer una herencia de su difunta hermana, la primera esposa de Andrew Borden. Poco antes de los asesinatos tuvo lugar una discusión en la casa a la que Lizzie y Emma respondieron con un prolongado viaje; no obstante, Lizzie regresó antes de lo previsto a su casa. Por aquellas fechas el farmacéutico local, Eli Bence, se negó a venderle ácido prúsico, supuestamente para que Lizzie pudiese limpiar un abrigo. También por aquel entonces la familia cayó enferma de lo que se diagnosticó podía ser una indigestión provocada por comida en mal estado; la señora Borden afirmó que alguien había intentado envenenarlos.

Matrimonio Borden


Lizzie Borden fue detenida el 11 de agosto; el juicio comenzó diez meses después en New Bedford, Massachusetts. Su testimonio parecía incoherente e inverosímil, y su comportamiento le granjeó las sospechas del público. Fue acusada de los asesinatos y su defensa estuvo dirigida por el ex gobernador de Massachusetts, George D. Robinson, y Andrew V. Jennings.
Durante la investigación se encontró un hacha en el sótano de la casa de los Borden y se supuso que debía ser el arma homicida. Aunque estaba limpia, el hacha tenía el mango roto, algo que la acusación alegó podría ser porque el mango estaba manchado de sangre. Un policía interrogado en el caso afirmó que al lado de la cuchilla había un mango de hacha, y el forense declaró posteriormente que no hubo tiempo material para limpiar el hacha después de los asesinatos.
Nunca se encontró ropa alguna que estuviese manchada de sangre. Pocos días después de los asesinatos, una vecina observó cómo Lizzie Borden quemaba en el fogón de la cocina un vestido azul que, según ella, se había manchado con pintura fresca, y había quedado inservible.
A pesar de las circunstancias, Lizzie Borden fue absuelta por el jurado tras sólo hora y media de deliberación. El hecho de que nunca se encontrase el arma homicida ni ropa alguna que pudiese incriminarla, además de que la historia del ácido prúsico y su testimonio inicial no fueron considerados durante el juicio, ayudaron a que Lizzie no fuese finalmente condenada. Además en aquellos tiempos tuvo lugar otro asesinato en la zona, aunque el asesino, José Correira, no se encontraba en el país cuando Andrew y Abby Borden fueron asesinados.





Lizzie Borden consideraba el amor de su padre hacia su madrastra como una amenaza directa para la futura herencia de la riqueza familiar en perjuicio de su hermana y ella misma. Al matar a su padre y a su madrastra, despejaba el camino de la herencia, que de este modo no tendrían que compartir con un elemento "extraño" de la familia. Si en verdad los asesinó, seguramente fue por conservar lo que consideraba sus bienes y derechos. 
Pero había otros motivos, mucho más poderoso y que tenía nombre de mujer, Nancy O'Neill, la hermosa jovencita de quien Lizzie estaba profundamente enamorada y que se convirtió en su amante secreta durante muchos años. Una versión asegura que el padre descubrió los amoríos lésbicos de su hija y que Lizzie lo asesinó para impedir que la separase de su joven novia. La muerte de su madrastra fue la consecuencia lógica de ese plan. 
Una versión que circuló después, afirmaba que Lizzie se había desnudado por completo para cometer los asesinatos y poder después lavarse la sangre. No era cierto que en el momento de los hechos, Lizzie estuviese en los establos, pues el calor que solía hacer allí dentro no se soportaba muchos minutos, ni tampoco había polvo de pisadas en los tablones. Cuando el portavoz del jurado pronunció el veredicto de "no culpable", el público de la sala comenzó a aplaudir y a felicitar a la mujer, quién rompió a llorar pidiendo que se le llevara a casa.
Aunque Hollywood puso a Lizzie la etiqueta de homicida y persistieron los rumores de que era una cruel asesina, la verdad  la mujer de treinta y dos años fue absuelta por el jurado y vivió una vejez tranquila de mujer amable y protectora de los animales. Lizzie vivió con su hermana hasta 1923, año en que se separaron. Pasaron años, pero la vieja copla siguió amargando la vida de Lizzie Borden y los museos de figuras de cera continuaban presentándola como una desalmada criminal. Sus familiares y amigos la abandonaron. En sus últimos días, no hubo ya visitantes en la mansión Fall River. 
Muchos historiadores del crimen trabajan todavía por limpiar el nombre de Lizzie Borden, tenida durante mucho tiempo por la diabólica asesina del hacha, que “dio cuarenta hachazos a su madre... y cuarenta y uno a su padre”. 

En la actualidad, existen películas, una serie para televisión e incluso una ópera rock sobre el caso de los Borden, el hogar de los Borden ahora es una casa-museo, a la que se acercan visitantes de todo el mundo deseosos de ver las habitaciones donde tuvieron lugar los asesinatos, e incluso pasar una noche allí.
Pese a que ella siempre se declaró inocente, era despreciada por la sociedad que la consideraba una asesina sanguinaria, entonces ella cambió su nombre,  Lizzie Borden murió dejando una fortuna para obras de beneficencia, hasta su muerte en 1927, fue humillada en una de las canciones más crueles de la historia,  Lizzie Borden murió de neumonía el 1 de junio de 1927, y fue enterrada en Fall River. Su hermana, con la que no tenía ya mucha relación, falleció nueve días después.

La copla sobre Lizzie, que cantaban los niños al saltar la soga.

Lizzie Borden took an axe 
And gave her mother forty whacks. 
And when she saw what she had done, 
She gave her father forty-one". 

Lizzie Borden tomó un hacha
Y le dio a su madre cuarenta golpes.
Y cuando vio lo que había hecho,
 Le dio a su padre cuarenta y uno ".
El fantasma de Lizzie






Aunque la historia en sí ya da terror, hoy por hoy muchas personas siguen visitando lo que antiguamente era su residencia. En la actualidad posee el nombre de: The Lizzie Borden Bed & Breackfast
Es algo así como un museo en donde los guías te cuentan toda su historia, y sobre todo lo que más atrae son sus apariciones en la misma casa-museo. 
No muchos pueden tener el "honor" o ser desafortunados (dependiendo de tu punto de vista) que pueden verla en persona. Se hablan de muchas, pero pocas están claras. 
Sin embargo, de nuevo este museo vuelve a ser noticia: ya que se afirma que una joven que realizaba el tour, pudo sacarle una foto al fantasma de la asesina despiadada. 
 La autora de la foto (Joanne) y su hermana visitaban este museo como muchas personas más. 
Al parecer Joanne se encontraba revisando las fotos que había sacado de la reciente visita a uno del dormitorio de Aby Borden (La madrastra). Cuando observó bien la foto, se percató de de algo muy inusual. 
El gerente del museo, asegura que no es la primera vez que alguien puede ver cosas y figuras extrañas en ese mismo espejo. 

Él mismo asegura que dependiendo del lugar en el que te sitúes, puedes ver o no un reflejo de lo más extraño. Puede que se trate de una simple pareidolia producida cuando una determinada cantad de luz, se refleja en el cristal. Haciendo así que se vea algo extraño. 


Pero el mismo gerente asegura que un profesor de psiquiatría tomó hace años una foto en la misma habitación y en ella, se podía ver una niebla misteriosa que a día de hoy sigue sin explicación.




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